CASA

Las Torres de Colón, conocidas anteriormente como Las Torres de Jerez en su época bajo el yugo del empresario jerezano Ruiz Mateos; fueron levantadas entre 1967 y 1976 bajo la supervisión y diseño del arquitecto Antonio Lamela.

Construidas de arriba a abajo, son un claro ejemplo del “Construir la casa por el tejado” y durante años han sido uno de los emblemas del Madrid majestuoso, con esos dos edificios imponentes en paralelo, con esas interminables vidrieras color miel, y ese impresionante “enchufe” que remataba su azotea, cual corona en verde sanitario.

Algo más de 40 años  después de su construcción, en 2019 se inicio su desmantelamiento. Por supuesto nadie se cuestionó que con ello se  eliminaba parte de la identidad de la ciudad y el edificio favorito de muchos madrileños y madrileñas entre los que me incluyo. Supongo que la llegada de la pandemia y los confinamientos, tampoco ayudo para que  hubiera un cuestionamiento colectivo de este crimen arquitectónico.

Hace más de 20 años que vivo muy cerca de ellas, y por una razón u otra, creo que no ha pasado un día sin que alzara la mirada para observar su majestuosidad. Recuerdo un día, hará como quince años, que volviendo de un cumpleaños en las afueras con mi hijo Nicolás, que tendría 3 o 4 a lo sumo, nos perdimos por el extrarradio con el coche. Estamos hablando de la vida pre-navegador, pre-tom tom, pre-todo, así que empecé a dar vueltas sin sentido, llegado a parajes que me eran totalmente desconocidos, buscando alguna referencia que me guiara. Supongo que mi mal sentido de la orientación, tampoco  ayudó demasiado. El caso es que tras un buen rato intentando buscar algo que me sonara para tomar un rumbo, Nicolás, acomodado en su sillita viajera, empezó a decir “Casa, casa” mientras señalaba hacia algún lugar.

Yo entendía en ese momento, que me estaba implorando llegar a casa, después de dar bandazos por el extrarradio, hasta que su insistencia con el “casa, casa”, me hizo fijarme en lo que señalaba, que no era otra cosa que las Torres de Colón, que se erguían en el skyline de la ciudad más bonita del mundo. Lo tomé como indicación y conseguir enderezar el camino que nos llevaba a Casa…

Desde ese día; y hasta hoy a pesar de las circunstancias, siempre nos hemos referido  las torres como “casa”,  así también lo asumió Carlitos, mi hijo pequeño al que siempre le ha gustado la historia de por qué las llamamos así.

 Ahora ya no queda prácticamente nada de ellas,  están siendo desmanteladas como fueron construidas, de arriba hacia abajo. Cuentan que es el hijo de Lamela, el arquitecto del edificio original, el encargado de darles una nueva vida, un “Matar al padre” en toda regla. Una desaparición, triste y lenta, con la que algunos nos hemos quedado un poco apenados y desubicados.

Que mis hijos tengan siempre el sentimiento de “casa” es para mi, algo más que necesario, así que decidí tatuarme en mi antebrazo las torres, para que estén siempre en mí y que mis hijos sepan que la casa siempre existe y existirá, y que está muy cerca de ellos.

En este caso la obra ha sido de Michi de Rubenimichi ( @michitattoo ) el genial artista del colectivo artístico más molón del foro, al que siempre acudo cuando necesito de sus agujas para plasmar algo como un hogar en mi piel.