MÚSICA ANTIGUA

Hace un días, mi hijo Nicolás vino a casa con un amigo.  Al llegar al salón y ver la colección de discos, exclamó: “A mi también me encanta la música antigua”. Mi primera reacción fue naturalmente una sonrisa y, joder, cierto desasosiego

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 Todo esto ha coincidido con la lectura de un libro fantástico, “En busca de los discos perdidos” de Eric Spitznagel, una apasionante odisea autobiográfica, en la que el autor se dedica a recorrer Estados Unidos en busca de los discos -las copias originales- que en su momento vendió para costearse caprichos post adolescentes. La trepidante historia, sirve también para hacer varias reflexiones sobre tu propia colección de discos, el recuerdo de tus primeras escuchas, las primeras visitas a las tiendas de discos, el conocimiento de cada uno de los surcos de tus discos favoritos; dónde saltaba o dónde estaba rayado. Y por supuesto esa primera canción que compartiste con ese amor de verano. Un divertido relato firmado por alguien que asume una adolescencia permanente, con la me identifico totalmente. Un libro con evidentes reminiscencias a “Alta Fidelidad”, pero con personalidad propia. Absolutamente recomendable si te gustan los discos y leer sobre música.

Si tengo un bien preciado, con el que disfruto simplemente con mirarlo, es con mi colección de discos. Más de 30.000 referencias en distintos formatos. Toda una vida comprando discos. Empecé, como todos, heredando los discos de mis padres , que vinieron acompañados del tocadiscos COSMOS del que me apropié un día. Singles de POP TOPS,  BILL HALEY & THE COMETS, LOS BRAVOS y DEMIS ROUSSOS de mi madre , y otros  de MANUEL GERENA , PACO IBAÑEZ o JOAN MANUEL SERRAT de mi padre. Todo me valía , y a todos les dediqué tiempo. Principalmente a la BSO de “GREASE”,  en plena competición con mi hermana Natalia, un par de años mayor que yo, y que ya tenía sus propios discos, comprados por ella, de SUPERTRAMP y de los  RAMONES.

Mi primera adquisición fue  “Regatta du Blanc” de THE POLICE, comprado en DISCO COMIC de San Sebastián, en 1980, cuando mi familia y yo vivíamos allí (y de lo doy buena cuenta en un post anterior de HORROR VACUI titulado con el nombre de la tienda). Ese día permanece en mi retina inalterable, igual que cuando acompañé a Natalia a DISCOS UGARTE, en la calle Urbieta, a comprase el “Queen Jazz” de QUEEN; la primera edición, la del póster con las chicas ciclistas en pelotas. Era la época del primer Donosti Sound, difícil pensar en ese momento que acabaría reeditando las canciones de PUSKARRA, cuyos carteles poblaban la tienda y las paredes de la calle.

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Después vinieron viajes a Biarritz para traerme discos de TELEPHONE y PLASTIC BERTRAND. La vida es lo que tiene y por circunstancias nos fuimos a vivir a Murcia, mudanza incluida, donde algún tebeo se quedó por el camino, pero por supuesto ningún disco. Allí dediqué horas y horas a manosear las cubetas de DISCOS ZONA (años después me enteré que uno de los propietarios era el mítico periodista murciano Ángel Sopena) y allí compré el primer disco que regalé a una  chica, esos primeros amores efímeros que te marcan. Carlota se llamaba. Era el single de “Yo para ser feliz quiero un camión” de LOQUILLO Y LOS TROGLODITAS haciendo dueto con ALASKA, e ironías de la vida, poco después me dejó plantado por un tipo del instituto que se llamaba Jacinto, que cantó y le dedico “Rock and roll Star”, también de El Loco, en una fiesta de fin de curso. Tardé por lo menos tres días en digerirlo.

También en Murcia pasé horas en casa de un chaval, no me acuerdo de su nombre, que sólo tenía un single,  si, si, lo que digo, sólo uno pero que nos encantaba. Era el primer EP de CÓDIGO NEUROTICO, el de las Malvinas y Mickey Mouse, que machacamos hasta casi su destrucción. Eran tiempos de efervescente fascinación por el Punk y de pasarse horas escuchando una canción en forma de loop. Yo aporté a esas sesiones el “Enciende mi motor” de ESPASMODICOS, “Cazadora de cuero” de FARMACIA DE GUARDIA y el “Never mind the bollocks” de los SEX PISTOLS que mi hermana me trajo de UK , lo que me dotó de cierta notoriedad durante un tiempo. Tener una buena colección de discos, superior a cinco, ya te daba un cierto rango, y ciertos privilegios en las fiestas. Claro, que posteriormente, en Alicante, comprobé  que nada era comparable con la colección de discos de Eugenio: los primeros singles de LOS NIKIS, LAS VULPES, EL PECHO DE ANDY, CRAMPS, DECIBELIOS, el “Corazón loco” de GLUTAMATO YE YE  y hasta el sofisticado 7” de FRACCION DEL EJERCITO ROJO, que escuchábamos como si en la clandestinidad del franquismo nos encontráramos (corría la leyenda de que tenían una especie de chip controlado por la policía, y coño, en esa época la policía daba mucho miedo). Eugenio siempre fue un tipo generoso y agradable y extremadamente hospitalario (podías pasarte una semana en su casa tranquilamente) aunque como en todo, pagabas un arancel, que era cuando le daba por “interpretar” temas de los DAMNED a lo FURA DELS BAUS que tenías que presenciar con estoica actitud de espectador. Él y su colección de discos, siempre eran sinónimo de grandes momentos inolvidables.

Ya de vuelta en Madrid, con SUBTERFUGE incipiente, RECORD RUNNER se convirtió en uno de mis sitios favoritos del planeta, a pesar del particular carácter de su dueño, un tipo realmente importante para la historia de la música patria, Pepe Ugena; que era compensado con el carácter más afable de sus colaboradores Ladis y José Luis De La Peña “El Chori”, bajista de LOS ELEGANTES.  Además de estas particularidades, hace poco comentaba con mi amigo El Rana, los precios desorbitados que algunos de sus discos tenían. De esa época tengo una fantástica colección de 7” de los HARD ONS que conseguí con sangre, sudor y miles de pesetas.

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En DEL SUR pasaba también buenos ratos con los “Javis”, uno era rocker y otro poppy, y sabían un huevo de música que compartían recomendando con acierto.

DISCORROLLO en Arguelles y, por supuesto, ESCRIDISCOS, en la época de Pepe Escribano, la primera persona que compró en firme una referencia de SUBTERFUGE y que siempre lo he tenido como un acto simbólico y de generosidad; que en su momento valoré y me animó, cuando la perspectiva de pasarme el resto de mi vida, repasando depósitos empezaba a coger forma. Para mi felicidad y la de generaciones posteriores, la tienda sigue abierta, ahora en manos de Alberto y su socio, dos tipos estupendos, amantes de la música, pero sobre todo de los discos, del vinilo.

El vinilo es sin duda el formato con el que más he disfrutado, disfruto y disfrutaré. La ceremonia de abrirlos, de colocarlos en el plato, posicionar la aguja, disfrutar con la portada y con sus créditos o sentir en vena el crepitar del surco, son sensaciones que sólo el plástico negro te puede dar. Eso si, no soy purista ni mucho menos, y tengo muchos CD o cedés con los que también he disfrutado de lo lindo y que me gusta ordenar, archivar o clasificar. Sobre todo ahora, en la era del streaming y las plataformas digitales, con muchísimas ventajas de cara al conocimiento y acceso a todo lo que quieras escuchar, pero aportando esa pérdida de apego al objeto, al formato, que considero parte de la experiencia de escuchar y poseer música.

Me gustan mis discos, y si algo detesto, es que me los toquen…Hace poco un amigo, de esos a los que se quiere de verdad, pasó una temporada en casa por distintos motivos. Le abrí la puerta de nuestra casa para que la disfrutara como si fuera suya y se portó de maravilla colaborando en todo, intentando molestar lo menos posible o preparando opíparas cenas. Pero nada es perfecto, y por alguna razón, noté cierta obsesión por mi colección de 7”; un día empezaba a manosearlos, a sacar alguno, a hacerme algún comentario con alguno en la mano del tipo “He visto que de este tienes dos copias”, “o esta referencia cuesta una pasta en Discogs”, “ tu es que eres más de LP que de 7””, todo soportable hasta el fatídico día que le vi cómo, literalmente, empezaba a sacar tacos de discos, de veinte en veinte, y volviéndolos a meter sin demasiada precisión. Empecé a sufrir convulsiones, a ver huecos por todos lados…..lo hubiera estrangulado!!!, ahí mismo, sobre mi colección de singles de STAX. Se lo expliqué de manera contenida, deseché la violencia, y conseguí dos cosas, que mi colección volviera a la normalidad, y que la amistad triunfara sobre la afrenta. Afortunadamente, sigue siendo uno de mis mejores amigos.

Eso si, compartirlos con mis hijos es el placer máximo. Que Nicolás ponga a MINOR THREAT implica que Carlitos se active al grito de ¡¡Baile loco!!, una especie de pogo casero e Irene, mi mujer, corra a pedirnos que bajemos el volumen.

Sigo adquiriendo discos, este verano en Zarautz me hice con un importante alijo de referencias del sello cristiano PAX (un intento del Vaticano de “modernizar” la iglesia tras el Concilio Vaticano Segundo ) al que Luis de BELTZA RECORDS, la tienda de la parte vieja donostiarra, me enganchó. De Colombia me traje referencias increíbles de LA FANIA, GATO BARBIERI, JOE MADRID y otros míticos de la salsa. Mi amigo Cesar Sánchez, murciano y erudito, me ha puesto al dio con reliquias del pop murciano como ACEQUIA, TODOS Y LA CHICA y LOS FANATICOS. En unos días me voy con Irene a Lisboa, y por supuesto, la hoja de ruta, incluye algunas tiendas de música antigua….

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