HISTORIAS DEL RASTRO, VOL. 1

Escribiendo estas líneas, me he dado cuenta de que atesoro montones de anécdotas sobre El Rastro, uno de mis sitios favoritos de la tierra; así que he decido que voy a dedicar varios posts para plasmarlos; aquí comienza el primero…

Soy un tipo de costumbres, y una de mis favoritas, sin duda, es ir los domingos al Rastro. De pequeño iba con mi padre, al que también le encantaba. Recuerdo especialmente una época en la que le dio por coleccionar cencerros; si, cencerros, esa especie de campana que llevaban las vacas en los pueblos, las del “tolón, tolón”.  Nunca supe muy bien por qué le dio por eso y por supuesto jamás se lo pregunté… Así que allí estábamos, domingo tras domingo a la búsqueda del preciado objeto, tengo esa imagen grabada a fuego en mi memoria. Nunca he sabido que pasó con esa colección, como tantas otras cosas... Por supuesto me acuerdo de él siempre que veo un cencerro, pero más cuando entro a proveerme de variantes y encurtidos en Aceitunas Jiménez, que siguen trabajando el mejor género de El Rastro y de Madrid. Aún me recuerdo a mi mismo de puntillas oliendo el vinagre de la tinaja de barro de las cebolletas.

1cd712e4-a688-466e-a415-e5846cc715ab.jpg

En la veintena más o menos, iba principalmente a buscar ropa molona entre los montones de ropa de segunda mano en la plaza General Vara del Rey y a comprar cachivaches, discos, tebeos, revistas para maquetar mi fanzine, y juguetes, principalmente de los 70´s y 80´s. La mayoría de las veces, como continuación a una noche interminable por Malasaña, cuando cerrábamos el Agapo de la calle Madera y enfilábamos el camino hacia Cascorro; lo que originaba que el criterio a la hora de comprar cosas brillase por su ausencia, llegando a casa con objetos de tintes surrealistas como cabezas de maniquíes, cajas de Juegos Reunidos Geyper sin la mitad de las fichas, fundas de discos con vinilos en su interior que no se correspondían, chupas tres tallas más pequeñas o ejemplares incompletos de la revista Mundo Joven, El Caso, Rock Espezial...

Ahora lo que me gusta es ir con mis hijos. Levantarnos pronto y empezar un ritual que se repite cada domingo, una foto en el fotomatón de la calle de la Ruda, unos churros o unas porras en la CHURRERÍA SANTA ANA que lleva abierta desde 1895 haciendo arte con harina de trigo, agua, aceite de oliva, sal y azúcar para espolvorear. Después comienza la pesca, como le gusta llamarlo a Carlitos, es decir la acción de búsqueda de tesoro que conlleva todo un proceso. Primero la identificación del objeto visualmente, cuando lo intuyes de lejos, te acercas, lo miras y lo coges, compruebas su estado, sopesas el índice de necesidad que tienes de él (en este caso mi nivel de aceptación sigue siendo bajísimo, para disgusto de Irene, mi santa esposa) y terminas con el poético regateo.

Nuestras principales zonas de acción, son la calles Mira al Río y Mira al Sol, las que tienes que subir y bajar al menos dos veces, dedicando cada una de ellas a profundizar en los puestos de la derecha o de la izquierda, nada de zizaguear, eso es de aficionado. Breve estudio de campo por la calle Mellizo y sus alrededores, dedicados principalmente a lo que huelen: a libro viejo, para terminar siempre en la plaza del Campillo del Mundo Nuevo, más conocida por la plaza donde se intercambian cromos de todas las colecciones desde siempre, quizá mi sitio preferido de la zona, con el charlatán que vende pela-patatas, el puesto especializado en casettes, el de los cómics, algún evangelista despistado intentando colocar una Biblia, el poeta del Atleti y cientos de niños, con un taco de cromos en la mano, vociferando “Si le, si le…”

 Toda esta historia viene a colación porque el domingo pasado, me compré allí una foto original de LAS CHINAS, la banda femenina madrileña de los primerísimos 80, fechada en 1981 y obra de Antonio Tiedra. Aparte de hacerme inmensamente feliz, provocó cierto movimiento en mis redes sociales y me puso en contacto virtual con una de sus componentes, Miluca Sanz, cosa que me emocionó muchísimo (es lo que tiene ser fan...)

LAS CHINAS por Antonio Tiedra.jpg

 Este domingo, paseando por la plaza, Pepe, el señor que me vendió esa foto, me ha llamado desde su silla de mimbre en la que lleva sentado más de 60 años vendiendo cachivaches y me ha dicho : “¡Carlos que he encontrado más fotos de las punkis esas!”, y me ha sacado un sobre con más fotografías de la misma sesión... “Dame lo quieras, esto tiene que ser tuyo, sólo porque vuelvas a poner la  misma cara que pusiste el otro día..” Indescriptible lo que me ha provocado ese ejercicio de generosidad por su parte. Además aprovechamos para charlar un rato, el tiempo amenazaba lluvia, pero me aseguró que él iba allí aunque nevase o hiciera cuarenta grados, “El Rastro es su vida” apuntilló su hija. Le he pagado, no voy a decir cuánto, eso sería una ordinariez, he apretado fuerte la mano de mi hijo, y he tomado dirección hacia LOS CARACOLES, en la Ribera de los Curtidores, al lado de la Plaza de Cascorro, donde solemos finalizar nuestras expediciones, solos o en compañía de algún amigo que se nos une, para recapitular y dar cuenta de los tesoros conseguidos, entre cañas bien tiradas, tapas de callos, riñones al Jerez, caracoles y zarajos. Con el suelo mullido a base de servilletas, cáscaras y restos. Con la sensación de estar en el auténtico kilómetro cero del corazón de Madrid, damos por terminada una nueva jornada en el paraíso….