MÉXICO!!!!

          Sabíamos que LOS FRESONES REBELDES tenían una buena legión de fans en México, sobre todo por las estadísticas a las que podemos acceder de las plataformas de streaming.  Como dato os diré que “Al amanecer” es la canción mas escuchada de todo el catálogo de Subterfuge en ese país, donde muchas de las referencias tienen un montón de adeptos. Aún así, lo que nos esperaba ver esos días superaría cualquier expectativa.

            Organizado por TERRÍCOLAS IMBECILES, promotora y disquera con nombre genial, la primera fecha que se sacó a la venta tardó poco más de media hora en venderse, 800 tickets para reventar una bonita sala llamada “Foro Indie Rocks”. Rápidamente se optó por una segunda fecha  que también se agotó al instante. Estaba claro que eso había que vivirlo y verlo con nuestros propios ojos. Así que, finalizando un año repleto de emociones y momentos más que especiales con todas las acciones del 25 Aniversario de Subterfuge, festival incluido - que propició precisamente la vuelta del combo barcelonés - ; Gema y un servidor preparamos las maletas para hacer un viaje, que por un lado nos reafirmaría en lo afortunados que somos por hacer lo que hacemos, porque no hay mayor alianza de civilizaciones que la música, y por otro, para enamorarnos hasta las trancas de un país y de su gente, que ya forma parte de nuestro corazón.

            Aterrizamos de madrugada, así que no pudimos disfrutar de ese momento impresionante donde, desde las alturas, ves kilómetros y kilómetros de una ciudad interminable; tendría que ser a la vuelta cuando pudimos vivir esa increíble vivencia visual. Llegamos al barrio de Condesa, donde estaba nuestro hotel, dejamos las maletas y al poco rato ya estábamos dando cuenta de unos estupendos chilaquiles bien cargados de picante. Vale, tengo que reconocerlo, soy el tipo de persona que siempre se aplica el de “donde fueres, haz lo que vieres”, así que durante los días de mi estancia, confirmo que desayuné, comí y cené bien sazonado de diversas variedades de chile, a pesar de ello puedo confirmar qué volví entero y no sufrí accidente alguno a nivel digestivo o estomacal. Absolutamente fan de su comida, he disfrutado de enchiladas, de tacos de mil variedades, de mole, chilaquiles, chapulines, cochinita pibil, pozole y de carnitas, y por supuesto de su bebida , una cerveza estupenda, normal o en su versión michelada, el inevitable tequila y el mágico mezcal.

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            “Negro”, un viejo conocido para muchos de los que nos dedicamos a la música por aquí, se encargó de guiarnos mañana, tarde y noche. Y con él fuimos al primero de los conciertos de LOS FRESONES REBELDES donde además ejercía de DJ en el evento. Al llegar, pudimos comprobar de primera mano el funcionamiento del mundo de la piratería, con 2 o 3 stands y un amplio muestrario de camisetas, que por cierto tenían un diseño bien chulo y una calidad textil excelente, las cosas como son.

            La sala presentaba un ambientazo total  y nada más llegar conocimos a Héctor, un mexicano fan del sello y que lucía orgulloso una camiseta de MERCROMINA, oficial, del disco “Canciones de andar por casa”. Por cierto, los albaceteños universales también cuentan con una buena legión de fans que nos hacen plantear muy seriamente una expedición con ellos en meses venideros. El público, sorprendentemente joven y alejado del perfil nostálgico que esperábamos, no paro de corear cada una de las canciones, mientras Gema y yo intercambiábamos miradas emocionadas cargadas de estupefacción ante la magnitud de lo que sucedía y de ver a Felipe, Cristina, Inés y Sergi disfrutando como nunca. La segunda noche aun fue más especial dado que el sonido acompaño más y se pulieron detalles de la noche anterior. Una autentica triunfada.

            Aprovechando el viaje hicimos unas cuantas entrevistas con medios mexicanos como Reactor o Ibero , comprobando que, a diferencia de aquí,  poseen una salud envidiable a pesar de las convulsiones que sufre el sector. También tuvimos oportunidad de visitar a amigos como Camilo Lara y Lynn Fanchestein en las oficinas de CASSETTE , donde además celebraban la comida navideña, por lo que pudimos dar cuenta de unos estupendos tacos. Con Juan Vázquez “Frijolito”, peso pesado del staff de Sony España y su esposa Marian compartimos unos mezcales que nos supieron a gloria.  Y con Rodrigo Guardiola, cineasta y músico en ZOE, disfrutamos de buenas viandas autóctonas y mejores conversaciones, un tío grande. Otro viejo conocido, el escritor y periodista Borja Ilian , y que lleva ya casi 3 años viviendo allá, se convirtió en el mejor de los cicerones junto a su pareja Nuria , descubriéndonos un montón de sitios fantásticos como la plaza del Zócalo, la monumental de México o el mercado de Lagunilla, un auténtico paraíso donde toda la expedición hispana dio rienda suelta a sus impulsos consumistas. Muchas gracias Borja.

            Viaje relámpago, pero de los que calan y mucho. En marzo volveremos al “Vive Latino” , el festival mas importante de Latinoamérica, que este año cuenta con Los Fresones en su cartel y que aprovecharemos para profundizar más y estrechar lazos. Una experiencia inolvidable en un país maravilloso, donde nos sentimos como en casa y donde ni sufrimos, ni vimos ninguna situación complicada, mas allá de un claro ambiente de resquemor hacia un gobierno que les miente desde siempre y con un presidente que se esconde ante, por ejemplo, un caso tan flagrante y demoledor como ha sido la desaparición de “Los 43”.

            Unas líneas que no puedo sino terminar con un “Qué viva México cabrones!”, por que ahora si sé lo que significa..


BRAVO, PEDRO!

A Pedro Bravo lo conocí a mediados de la década de los  90, entre Kronens y Generaciones X. Empezaba su carrera como periodista y su activismo musical en diferentes frentes. Organizó un sello discográfico llamado No Corporation que plastificó cosas tan estimulantes como el debut de los, en su momento prometedores y avanzados, Side Effects.

 Era, y es, de esas personas que se acercaban a la oficina a entrevistar a algún artista (si, cuando se entrevistaba a los artistas, el pleistoceno musical vaya…) y te alegraba la jornada con sus ocurrencias, su chispa y algún cigarro de la risa. De su teclado salió ese brillante titular a una entrevista a Dover  “Más allá de las multinacionales, un sonido que explota” y que en Subterfuge exprimimos hasta la saciedad a modo de mantra cuando, junto con los de Majadahonda, subimos a primera división, a jugar con los grandes, de tú a tú y desde un cuarto piso sin ascensor. Otra historia que contar.

 Afortunadamente, Pedro sigue deleitándonos con su brillante prosa. Por un lado colaborando en un sinfín de publicaciones de distinto pelaje, de las de papel, de las de la red y sobre todo las que conllevan compromiso. Además, en los últimos tiempos ha publicado un par de libros que he disfrutado de verdad. Una estupenda, y muy recomendable novela generacional titulada La Opción B (Temas de hoy/Planeta), que me trasladó a sitios comunes que ya había olvidado y a rescatar para la memoria a un montón de gente, de canciones y sobre todo de situaciones cotidianas. Un Madrid noventero musicalizado por Oscar Mulero. El mundo del narcotráfico de andar por casa, desde un plano natural, cercano y costumbrista. De esas novelas que empiezas y no sueltas hasta haberla devorado y que te pide hasta alguna relectura para volver a paladear jugosas descripciones.

Biciosos (Debate) es su último y reciente libro. Un divertidísimo y particular ensayo alrededor del mundo de la bicicleta, escrito por alguien que ya la utilizaba mucho antes de que pasara a ser el complemento hipster por excelencia.

“¿Por qué vamos en bici? Y otras preguntas que te haces cuando vas en pedales” es el subtítulo que el propio autor propone a modo de sinopsis y que resume con concreción lo que te vas a encontrar dentro…. Un debate alrededor de la disposición de las urbes a acoger a los artilugios de dos ruedas, los riesgos que conllevan a todos los niveles, la atormentada relación automovilista y ciclista, el boom de los servicios de alquiler de estas, hasta el paralelismo del mundo de la bici con el de una religión…así hasta casi 30 capítulos en los que difícilmente puedes resistirte a la sonrisa, y en muchos momentos a la carcajada sincera. Te gusten las bicicletas o no. Grandes dosis de ironía, mucho humor del bueno y una redacción privilegiada, que desde estas líneas te invito a degustar y a compartir. Además, aprovecha para  dejar bien claro su exquisito gusto musical y su querencia de siempre a los sonidos Punks y Hardcore que sonorizaron su adolescencia y la de muchos, la electrónica con clase y por supuesto la música negra, muy negra.

 Esperando ansioso nuevas entregas, te sugiero a que te adentres en su particular mundo a través de su recomendable blog http://laopcionb.com un compendio de sabiduría y actitud.

 Un grande vaya. Bravo, Pedro.

 Escucha en Spotify el Playlist de Pedro Bravo para el 25 Aniversario de Subterfuge 

SALA ARGENTINA. SAN BLAS CALLING.

Sería aproximadamente 1991. Un día, recibí la llamada de Estanis Núñez, mítico fotógrafo de la escena rockera y heavy de la capital. Él era un asiduo a la Sala Argentina y amigo del dueño y me comentó que estaban buscando a alguien para dar un giro a la programación del sitio. Supongo que alguien les habría hablado de la proliferación de conciertos en Malasaña, donde se gestaba una escena, que si bien era heterogénea a más no poder, tenía un vínculo en común que era el circuito de salas como San Mateo 6, Komitte, El Laboratorio y por encima de todas, el mítico Agapo. Por supuesto, yo era asiduo a todo lo que se hacía, pero de ahí a llevar una programación de una sala había un buen trecho. Y más en este caso.

La Argentina era una discoteca que tuvo su esplendor en los años 70 con la celebración de un montón de conciertos de bandas de rock progresivo como Tapiman, Cerebrum o Maquina! y de R’N’R como Burning, Atila o Ñu. Era un antiguo cine y estaba situada en el barrio de San Blas, en medio de un descampado, con una comisaría al lado y separada por un trayecto de unos 100 metros desde la puerta hasta la boca de metro que, por cierto, siempre se me hicieron eternos.

En esa época yo vivía en el Parque de las Avenidas, en la línea naranja de metro que, en ese momento, empezaba en la Avenida de América y acababa ahí, en San Blas. Así que compartí muchos trayectos con heavys que iban allí los fines de semana para lucir cardado y darle duro al air guitar,  término que por supuesto aun no se había inventado, pero que se practicaba con entusiasmo y pasión en la pista,  como pude comprobar repetidas veces. Esos trayectos eran también compartidos con una buena colección de cadáveres andantes que, enfundados en sus chandals, y no precisamente para entrenar la maratón, se acercaban al barrio para saciar sus adicciones. Eran tiempos duros, quizás el final de esa época donde esa decrepitud gozaba de visibilidad, el caballo seguía machacando sin misericordia y los yonkies eran parte del paisaje urbano.

El caso es que acepté ir a hablar con Ángel, el dueño, para ver qué es lo que buscaba. Por supuesto, iba acojonado, era mi primera expedición hacia el barrio y no tenía excesivamente claro a qué me enfrentaba. Llegué sano y salvo, esa vez y todas las veces que fui. Jamás tuve ningún problema con la gente del barrio, más bien todo lo contrario.

Ángel era un tipo entrañable que se escondía detrás de unas gafas tintadas de culo de vaso y un cierto look torrentiano. De música no tenía ni idea, pero adoraba su negocio y lo disfrutaba desde primera hora de la mañana. Siempre empezaba las frases con un “Niño”. “Niño, que esto en los 70 era un templo de tal…”,”Niño, que si hay que hacer carteles que salga baratitos”, “Niño, te voy a invitar a unas mollejas de llorar” y en su despacho comprobé, entre otras cosas, que el tema del garrafón era real: un día descubrí un complicado entramado de tubos y jeringas destinados al trasvase de alcohol desde una especie de bidones hasta las botellas de diversas marcas. Por supuesto desde ese día solo consumí cerveza.

El resto de la plantilla de fijos lo componían una pizpireta y castiza señorona que alternaba la taquilla y el puesto de hamburguesas, y de la que las malas lenguas decían era la amante de Ángel; un señor que ejercía de portero y de chico para todo y por supuesto el DJ, que no recuerdo cómo se llamaba, pero si que era un ex componente del grupo Bella Bestia, cosa que para qué engañarnos, me tenía fascinado. Conservaba el corte de pelo a lo caniche y usaba mallas.

La familia Argentina me recibió con los brazos abiertos, los números no salían y cada vez iba menos gente, quizás la solución era esa vuelta de tuerca a la programación y en ese punto entraba yo, un pipiolo que aún alternaba la carrera de Historia del Arte con los inicios de Subterfuge, y que lucía un peinado a lo tazón garajero, lo que hacía mucha gracia a algunos macarras de la zona, apodándome de manera cariñosa, creo,  como champiñón.

Llegué a un acuerdo de un fijo por concierto, que no sé por qué razón acostumbraba a pagarme en monedas de 50 pesetas, lo que me provocaba aun más desazón en los trayectos cruzando el descampado. Además diseñaba los carteles, los panfletos (pre flyers), los repartía por tiendas de discos y también dentro de mis responsabilidades estaba intentar que los medios anunciaran los conciertos.

Y así, que para San Blas, y por un periodo de 4 meses a lo sumo, me llevé a un montón de grupos amigos como Los Imposibles, Snap, La Perrera, Cerebros Exprimidos, Wipe Out Skaters, Blackmoon Fire, Las Vírgenes, SDO 100% Vegetal, Patrullero Mancuso, Los Elementos, Freedom, Raunch Hands, Los Bichos, Pleasure Fuckers…. que a duras penas metían 50 personas en una sala con un aforo para 1000. Un día Ángel me llamó, y entre molleja y molleja me dijo “Mira niño, esta música que tú escuchas aquí no gusta y el público que traes son todos una panda de pijos que les da miedo venir a San Blas. Así que a partir de ahora voy a organizar yo también los conciertos, me han hablado de un grupo de Hortaleza con tirón que se llaman Los Porretas…”, a lo que respondí, primero con los clásicos “Hay que darse tiempo”, “La gente tiene que conocer la sala y bla bla bla” y un rotundo “Mira Ángel, no tengo ni idea de quien son Los Porretas, pero encima con ese nombre no lo veo…”. Pero el sí que veía, de hecho el día en el que finalmente tocaron había el doble del aforo permitido y otro tanto fuera; unas 3000 personas, así, a ojo.

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Automáticamente presenté mi renuncia como programador, o me forzaron a ello supongo,  aunque continué coordinándolo un par de meses más. De esa manera pude conocer a gente como Soziedad Alkolika, Andanada 7, Radikal HC, Manolo Kabezabolo o Matando Gratix, con los que musicalmente no tenía ningún nexo, pero que veía como cada fin de semana reventaban la Argentina y hacían a Ángel y a su equipo feliz. Así que, aprovechando el subidón, volví a Malasaña, volví a casa.

Viaje al Centro de Subterfuge ( 1989 - 2014 )

* Texto originalmente publicado en el catálogo de la exposición Viaje al Centro de Subterfuge en Centrocentro de Cibeles ( Madrid)

Cuando el 21 de junio de 1989 fui a recoger las copias del numero 0 del fanzine SUBTERFUGE, nunca me imaginé que 25 años después estaría escribiendo estas líneas. Y no por que sea algo novedoso hacerlo, dado que son muchas las veces que he tenido que verter sobre un papel experiencias alrededor de todo esto. Se me hace especial por lo que significa esta exposición, dedicada a recopilar parte del material gráfico de todo este tiempo. Por lo que implica de echar la vista atrás y que te asalten tantos momentos inolvidables, situaciones complicadas, que con los años han macerado convirtiéndose en el mejor de los recuerdos. Colaboraciones de gente a la que has visto crecer y desarrollar su talento como creadores en distintas disciplinas artísticas. Compañeros de batalla que continúan en la lucha con carácter inquebrantable, otros que abandonaron en pos de nuevos horizontes y otros que se fueron en cuerpo pero siguen presentes en alma….Y por otro lado, el continente en el que se desarrolla esta retrospectiva gráfica  -Viaje al Centro de Subterfuge-  alrededor de la cual versa esto que tienes en tus manos: El Palacio de Cibeles. Muchos recordaréis el lugar como el gran palacio de las comunicaciones que fue, y como la gran oficina de correos de la capital. Afortunadamente, se han conservado vestigios de lo que fueron sus momentos de esplendor.

Pues bien,  desde este lugar se enviaron los primeros números del fanzine, se recogieron los primeros paquetes conteniendo material intercambiado con aventureros de otras provincias, las primeras maquetas, los primeros envíos masivos de catálogos de venta por correo, las primeras colaboraciones. Esas entrevistas que mandabas a grupos de todo el planeta y que tardaban meses en ser contestadas y recibidas. Como si de una ceremonia chamánica se tratara , durante al menos dos años, venir a “Cibeles” prácticamente a diario, era algo más que un ritual mágico repleto de sensaciones encontradas ¿Habrá llegado el ultimo “Maximun R’n’r” o el “Flipside”? ¿Esas nuevas canciones desde Mallorca? ¿Tendré por fin las respuestas para poder publicar esa entrevista a esos australianos que tanto me fascinan?.... después ya me hice con un apartado de correos en otra sucursal , mas pequeña y aséptica, pero no por ello exenta de historias imborrables. Abrir ese cajetín fue durante mucho tiempo, uno de los momentos más excitantes de mi existencia.

 Y bueno, un cuarto de siglo da para muchos cambios de hábitos y de actuación, pero si me apuran, este último aun mas. El sólo hecho de abrir cajas y carpetas y archivadores para recuperar todo este material, constata  esto. De cómo en los comienzos la fotocopia era una poderosa arma de comunicación y difusión de información de cualquier pelaje. O el tubo de pegamento y las tijeras, el más potente de los photoshops y de cómo el panfleto se transformo de un día para otro en flyer. Los carteles que sin pudor inundaban paredes y cualquier espacio susceptible de recibir un brochazo de cola para colocar después el afiche. Nosotros mismos, cubo en mano, recorrimos muchas noches las calles del centro, para que nadie se olvidase de ese concierto que organizábamos en El Sol de la calle Jardines o que el Nº3 del fanzine, por ejemplo, estaba disponible en la barra del Agapo, el Ramonas o el Jam de Barbieri.

 Llego la revolución digital y con ella de alguna manera murió la “artesanía” y el archivo físico. De las cajas de zapatos recicladas a espacios de documentación, se paso a los discos duros y los CD-ROM. Tenemos que agradecerles a esos formatos que por lo menos hemos podido conservar gran parte del material fechado a partir del año 2000. De lo anterior, algo se ha perdido en esos traumáticos episodios llamadas mudanzas, donde ante la necesidad de aligerar equipaje, tienes que renunciar a seguir conviviendo con cajas repletas de cosas inertes que se dedican a acumular polvo y ácaros, pero que reflejan tantos y tantos momentos de nuestra existencia.

De todas formas, se confirma que lo hemos conseguido y que podemos compartir con todos vosotros; estos trozos de nuestra andadura y de la de los artistas que confiaron en nosotros para ayudarles a difundir su obra.

Ojalá disfrutes con esta cascada de imágenes, tanto como nosotros lo hemos hecho recopilando todo este material que nos ha disparado al más alto nivel la válvula de los recuerdos. Un placer de los buenos compartirlo contigo, por que tu has sido siempre  el motivo de nuestro esfuerzo y dedicación en esta apasionante aventura llamada Subterfuge.

           

* * Puedes disfrutar de la Exposición Viaje al Centro de Subterfuge en el Centro Cultural Okendo de Donostia del 25 de octubre al 5 de diciembre de 2014

DISCO - CÓMIC

Aunque nací en Madrid, por circunstancias varias viví en otras ciudades entre 1978 y 1988 aproximadamente. La primera de ellas fue San Sebastián, en esos años duros, o eso me han contado y he aprendido posteriormente, que fueron entre el 78 y el 81. Vivíamos en una bonita casa en la calle Marino Tabuyo en pleno barrio de Gros.

Un día, debía tener 11 años, me fijé en que estaban acondicionando un local al lado del portal mi casa así que lleno de curiosidad pregunté a un chico que metía unas cajas, qué negocio iba a abrir ahí, muy sonriente me dijo : “Va a ser una tienda de música y de tebeos y se va a llamar DISCO COMIC”. Ni que decir tiene la excitación que me produjo la noticia. Hasta entonces, había machacado hasta la extenuación la BSO de “Grease”  y la colección de singles de Bill Halley de mi madre, y a nivel historieta, prácticamente desde que aprendí a leer me había hecho fan de toda la gama de personajes de la casa Bruguera, en especial mis adorados “Mortadelo y Filemón”.

Días después se abrió la tienda y un día entre después de volver del colegio y por primera vez, me puse a ver long plays, uno tras otro, devorando las portadas y las contraportadas de estos. Además la tienda disponía de un par de platos para escucharlos, así que todas las tardes hacía alguna escucha y atendía solicito a las sugerencias de su encargado, del que no recuerdo su nombre y que poco podría imaginarse la influencia que ha tenido sobre mí. Aprovechando un viaje de mi abuela, que de vez en cuando venía a visitarnos desde Madrid, la convencí para que me comprase un disco, mi primer disco. La decisión era complicada y tarde horas en decidirme. Sacaba uno, otro, lo escuchaba, lo devolvía a su sitio, lo volvía a poner, así hasta que uno me hizo sentir cosquillas en el estomago, era “Regatta de Blanc” de THE POLICE. Subí a casa y en ese momento comenzó mi pasión y comunión con la música que de manera inquebrantable dura hasta hoy. Después llegaron mas discos, algún reportaje en la tele y la crónica que mil veces le hice repetir a mi hermana Natalia sobre el concierto al que asistió de RAMONES.

Como su nombre indica, DISCO COMIC también tenía su apartado para las viñetas, y aquí tenía que agudizar más el ingenio dado que muchos ellos estaban catalogados para mayores, aun así allí descubrí el Nº1 de “El Víbora”, a Shelton, a Max, a Crumb, a Gallardo, el “Cimoc”, los delirios de Moebius y allí se generaron muchos de mis primeros sueños húmedos a base de visionados de las historias de Richard Corben y sus chicas de pechos exuberantes aerografiados en las paginas de “Metal Hurlant”. La tienda no duró ni un año, creo, y no me pude despedir de su responsable, nos fuimos de vacaciones y a la vuelta ya estaba cerrada. Supongo que en ese momento no me produjo ningún trauma, aunque, cada vez más, son las veces que cierro los ojos y me transporto a esos momentos.

Subterfuge tiene todo de DISCO COMIC. Desde el 89 tengo el privilegio de editar música y durante muchos años, desde el fanzine hasta que constituimos la editorial, hemos tenido el mundo del comic y de la ilustración muy patente en nuestro universo musical. Realmente para sentirse más que privilegiado, no sólo me dedico a ello, sino que encima sigo disfrutando de la música, del placer de colocar la aguja sobre un vinilo o de surcar en mi mente, montado en mi tabla plateada, mientras devoro una historieta. 

Olor a Vinagre

Si hay una cosa de comer que me gusta, y mucho, son los encurtidos o variantes. Tanto el sabor, como el olor me transporta a recuerdos de la más tierna infancia.

A mi padre era algo que le chiflaba, así que no había sábado por la mañana, en el que no organizara una expedición hacia una tiendilla que había en la calle Ponzano, cerca de nuestra casa de Alonso Cano, en el corazón del barrio de Chamberí. Apenas llegaba al mostrador y  siempre me tenía que poner de puntillas para recibir un presente de parte de la tendera; pero era entrar y dejarme embriagar por esa sinfonía de olor a vinagre y todos esos recipientes repletos de guindillas, cebolletas, banderillas, pepinillos, berenjenas de Almagro y toda esa estupenda selección de pescados en salazón, como esa maravilla gastronómica que es la sardina “vieja”.

Mientras mis amigos preferían una bolsa con regalices, palotes y chicles “Cheiw”, yo era feliz con mi bolsa de cebolletas, a la que como un ritual, al final siempre le hacía un agujerito, para tomarme el líquido a modo de “bota”, cosa que no le hacía ni puñetera gracia a mi madre, porque lo frecuente era que ese liquidillo, dada mi poca pericia, acabara impregnando mi ropa.

Una amiga de esas que quiero mucho y que se llama Cecilia, me contaba una hilarante historia alrededor de todo esto, y que básicamente era que en uno de sus embarazos y a modo de antojo, le dio por consumir pepinillos a todas horas, e iba conduciendo por Madrid con una bolsa siempre a su lado bien repleta a la que atacaba sin piedad en los semáforos.

Esa obsesión no se convirtió en abominación, y  como además de buena amiga, es una excelente anfitriona, siempre que organiza un sarao en su casa, nunca falta género macerado en vinagre.

Aún hoy me detengo siempre en los puestos de los mercados donde venden este exquisito manjar, y deslumbra con ese muestrario cromático que hipnotiza.

Desgraciadamente las tiendas de barrio ya no existen, ahora son chinos y todos venden lo mismo. Eso sí, afortunadamente en los bares siempre hay oferta y pocas cosas son comparables a una caña bien tirada, acompañada de un platito con una selección de variantes. Y cada vez que lo hago, me acuerdo de mi padre, me acuerdo de esa tienda de barrio, de mi niñez y de ese olor que activa mi pituitaria y la máquina de los recuerdos que nunca volverán, pero que siempre estarán con nosotros.

Santisteban Inmortal

Artículo originalmente publicado el 28 de Mayo de 2013 en Playground Magazine

El pasado viernes 24 de mayo nos dejó el Maestro Alfonso Santisteban. Durante estos últimos años años jugó una larguísima partida de poker con un cáncer de pulmón, al que a base de faroles y jugadas maestras, consiguió mantener a raya hasta esta última mano donde las cartas no estuvieron a su favor…

Tuve la inmensa suerte de conocer, y después trabajar, a este irrepetible músico a raíz de poner en marcha el subsello “Música para un guateque sideral” dedicado a rescatar obra de autores españoles de la década de los 60 y 70 principalmente . Por mediación de un amigo, me enteré de que Alfonso estaba pasando una mala racha emocional, retirado en Marbella y que había cedido toda su obra a la SGAE. Estaba harto y no quería saber nada más de la música más allá del deleite, que le acompañó hasta el último momento, de acariciar las teclas de su piano “mágico” como lo llamaba. Atrás quedaban casi 40 años de carrera.

Siempre había sido un personaje que me había fascinado. Por un lado, parte de su obra fue la banda sonora catódica de muchas horas frente al televisor dando cuenta de un bocadillo de nocilla por ejemplo, y por otro, alguien que me  trasmitía a través de las revistas de papel couché que llegaban a casa, una actitud vitalista , hedonista y glamourosa , bajo un look total que le acercaba a las estrellas del Rock. Así que desde el primer momento, me fijé como meta que el debería ser el protagonista de esta colección.

Sería mediados de 1998 aproximadamente y conseguí su número de teléfono tras algunas gestiones que no fueron nada fáciles, parecía que la tierra se lo había tragado. Una vez lo tuve y con el lógico nerviosismo y el respeto que me infundía le llamé. Desde el primer momento percibí algo especial y a diferencia de otros ilustres con los que contacté para ofrecer la posibilidad de rescatar parte de su obra (esta sería otra historia…), enseguida me empezó a hablar de música, de lo que estaba escuchando, que se había pasado toda la mañana frente al piano y que había vuelto a emocionarse disfrutando de Astrud Gilberto, con una pasión hasta entonces desconocida para mi. En ese momento desee que nunca acabase de hablar y aún retumban en mi cabeza muchas de las cosas que me dijo…

A pesar de insistirme de que su retiro era en firme y de que no quería volver a saber nada del entramado musical, ante mi insistencia como fan y el entusiasmo que me embriagaba en ese momento, finalmente cedió, y sin prometerme nada, sugirió que igual podríamos vernos en unos días aprovechando un viaje que tenía que hacer a Madrid. Antes, me pidió que fuera a la SGAE  a recoger del archivo el material cedido y ver la posibilidad de hacer algo con el, aunque ya de entrada me comentó que lo que podría encontrarme se acercaba a algo caótico. Y así lo hice, me dirigí al Palacio de Longoria, pregunté por Jorge Ansoaín, la  persona que más le ayudó hasta el final dentro de esa casa, y bajamos a una especie de catacumbas donde entre otras cosas, se encontraba el piano del Maestro Chapí. Tras unas largas horas de búsqueda, conseguimos encontrar unas cajas en cuyo exterior figuraba su nombre y que estaban repletas, sin ningún tipo de orden, de cintas apiladas sin demasiado cuidado, bovinas y partituras. Salí de allí emocionado, consciente de que de alguna manera llevaba en mis brazos un trozo de la historia de la música de este país.

Al día siguiente ya estaba en los desaparecidos estudios Sonoland, donde él había vivido tantas horas de grabación, pasando todo ese material a un formato que se pudiera escuchar, restaurando artesanalmente mucha de las cintas, clasificando y descifrando muchos títulos escritos con unas caligrafías imposibles.

Y llegó el día de conocernos, quedamos en la oficina que teníamos en la Plaza de Tirso de Molina, nervioso y excitado como pocas veces, lo recibí. A los cinco minutos nos tenía a todos rendidos bajo su encanto y simpatía y para todo el mundo tenía una palabra amable. En ese momento percibí que empezaba a fraguarse una amistad inquebrantable y una rotunda admiración hacia su persona que duraría para siempre.

Santisteban, Pelé y un par de whiskys

Santisteban, Pelé y un par de whiskys

Pasamos varios días juntos escuchando todo ese material rescatado, en medio de una nube de humo del tabaco negro que tanto le gustaba y por supuesto de algunas botellas de su whisky favorito. Me comentaba cada una de las piezas, cada de detalle de composición, grabación o producción, de todas recordaba alguna anécdota increíble. Me habló de su devoción por Brasil y su encuento con Jobin en un café de Ipanema, me habló de sus inicios en el Whisky Jazz Club auspiciado por el otro grande, Augusto Algueró. Del estudio compartido con Burt Bacharach en su aventura Americana, de las bandas sonoras para películas eróticas italianas de finales de los años 70, de su amistad con Pelé, de sus producciones a Bambino, de su musical “Satán azul” donde se lo dejó todo y que le llevó a sufrir la amenaza por grupos de extrema derecha de la época, de las noches canallas en Bocaccio, Florida Park, Long Play, Xairo o el Oliver de la calle Almirante y naturalmente de otra de nuestras grandes pasiones compartidas, el Atlético de Madrid. Toda una vida llena de recuerdos imborrables que trasmitían un espíritu de modernidad, de lo cual nos pasaba de largo. Avanzado en cada momento, siempre por delante…Solo por esos días imborrables daba las gracias y sigo dándolas por dedicarme a lo que me dedico.

Esta complicidad se tradujo a lo largo de los años en cinco fantásticos discos, Música de TV, El callejón de los sueños perdidos, Jazz natural, Verano del 72 y el imprescindible Café Ipanema y aunque muchas cosas se quedaron en el tintero o fueron imposibles de recuperar, resume una parte vital de su existencia creativa.

Hablábamos prácticamente todos los meses desde entonces y nos vimos alguna vez en el sur, como hace tres años cuando fuimos a entregarle un presente a modo de reconocimiento por sus más de 40 años de carrera. Pero la cita ineludible de todos los años era una comida que organizábamos en su honor aprovechando que venía a Madrid a pasar las fiestas navideñas con los suyos. Siempre invitábamos a músicos y amigos a que nos acompañaran en estos encuentros, donde las sobremesas se alargaban hasta el anochecer sazonadas a base de anécdotas, experiencias y lecciones vitales que nos hacían pedirle más y más. En estos más de 15 años de amistad y hasta en la época que el maldito cáncer apareció, y que le privo de su personalísima melena durante unos meses por culpa de la quimioterapia, nos trasmitió alegría, satisfacción y agradecimiento por haberle hecho vivir, como el decía, esta “Bola extra musical”.

Texto manuscrito de introducción al disco "Verano del 72"

La última vez que hablamos fue hace un par de meses, aunque se le notaba algo achacoso, eso sí, jamás le escuche quejarse, nada hacía predecir que el final de la partida estaba cerca. Hablamos de un libro que en Subterfuge estamos preparando con motivo del 25 aniversario y donde se nos antojaba más que imprescindible su presencia en el a base de su testimonio en primera persona. Como siempre su predisposición fue total y emocionado me decía “Carlos, ya sabes que yo soy Subterfuge como el que más”. Una verdad como un templo que me llena de orgullo.

Esta ultima colaboración desgraciadamente ya no va a ser posible, aunque tampoco importa, ya que su presencia en nuestras vidas, a nivel profesional y personal, marcaron una huella imborrable y siempre estará a nuestro lado.

Así que con lagrimas en los ojos, con un nudo en la garganta y una punzada en el corazón, no puedo más que decirte “hasta luego” y asegurarte tu presencia cada día que abramos las puertas de Subterfuge para trabajar en lo que más nos gustaba a ti y a mí, la música. Por que  me distes una dosis de pasión extra hacia ella, por que respestaste mi trabajo y esfuerzo como pocos, por esa amistad inquebrantable que tan feliz me ha hecho.

Y desde aquí le mandamos un beso y un abrazo a Silvia, Laura y Alejandra, tus hijas a las que adorabas y a Gema, tu amor y compañera fiel durante estos últimos años. Y por mucho que suene a tópico, para acabar estas líneas solo me salen estas palabras y este sentimiento, te voy a echar mucho, muchísimo de menos. Te quiero amigo.

 Carlos Galán. Madrid 26 de mayo de 2013.

 

Monopatín

El primer monopatín que tuve, si, monopatín, lo del skate llegó mucho mas tarde; me lo compraron mis padres en el verano de 1978 en Zarautz, concretamente en la tienda “Gerónimo”, germen de lo que después seria la internacional y exitosa marca Pukas. Como todo hijo de vecino, posteriormente también tuve mi Sancheski “Top”, más por envidia a un amigo que por necesidad, ya que tuve el privilegio de empezar a patinar con unas ruedas de Kryptonics de colores. Privilegios de veranear allí, poder acceder a material así y disfrutar en directo de los primeros que surfeaban sus olas y descendían a toda velocidad las cuestas de Aldapeta.

©pukas

©pukas

            Un buen montón de años después, sobre el 2011, me encontré a Pedro Temboury y a Alfredo Prados en el parque del Oeste madrileño mientras hacían unas entrevistas, me hablaron de un proyecto que habían puesto en marcha unos meses antes y que me apasionó desde el primer momento. Se trataba de un documental que recogería los inicios del skate en España contado por sus protagonistas y documentado con material de la época. Ya tenía nombre, se llamaría MONOPATIN.

            A Pedro le conocía desde hace mucho tiempo, de aventuras en común, algunas alrededor del inolvidable Jess Franco, y ya era fan de su personalísima obra. A Alfredo le profesaba una incontenible admiración por todo lo que estaba, y continua haciendo, por el Skate estatal desde su imprescindible pagina web  www.40sk8.com. Con ambos había compartido sesiones de quema de ruedas de uretano y mantenido más de una entusiasta, cerveza en mano, conversación sobre olas y surf, otra de nuestras pasiones compartidas.

            Me invitaron a participar, por cierto de nuevo ¡gracias!, en esta alucinante aventura que suponía el documental y hasta hoy; con la satisfacción de que se ha hecho un trabajo más que digno a golpe de corazón, con escasos medios y robando horas a los festivos o a la familia. Y es que se consiguió que estuvieran todos, desde el mítico RD (Ricardo Damborenea), a Jose Antonio “Caribbean” compartiendo sus recuerdos, pasando por pioneros de la talla de Francisco Burgos,  Neme Rico, Javi Labad de la escuela vasca, el músico y campeón en 1978 Javier Corcobado, Mercedes Resino, los protagonistas de los inicios en Arenys de Munt como Joan Granell o Panko e incluso el testimonio de la familia Sánchez desde su factoría de sueños que es la fabrica Sancheski en Irún o imágenes de cracks internacionales como Lance Mountain o Christian Hosoi . Y todo centrado en los puntos donde todo empezó Madrid, Barcelona, La Kantera en Bilbao y esa inolvidable historia por todo lo que supuso, que es la de “El Sindi”.

            Conocer el origen de las cosas ayuda a conocer el presente. MONOPATIN hace ese recorrido por el que esas tablas con ejes y ruedas, y sus pioneros, de manera inconsciente sembraron y abonaron el presente del skate. Personalmente me encanta ver a tanta gente patinando por las calles, me da igual que haya gente que lo tache de moda pasajera. Patinar es de las cosas más gratificantes que he hecho en mi vida y muchos de mis grandes amigos han salido de ese mundo. Pocas cosas me hacen mas feliz que compartir una sesión en un skate park con mi hijo Nicolás y me mantiene una sonrisa perenne que el pequeño de dos años, Carlitos, de momento, solo diga tres palabras : “Mama, papa, patín”... Larga vida al Monopatín!!

 Publicado originalmente el nº 2 de la Revista Don www.revistadon.com

Plástico. Tener mil problemas y dos soluciones

Que si, que vale, que esto ya no es lo que era. Que las alegrías brillan por su ausencia y que lo micro problemas se convierten en montañas. Pero que coño, lo que me hace feliz, sigue siendo editar música, editar canciones, hablar con los artistas, ayudarles a construir un panorama sólido para que defiendan su obra, entusiasmarme con su entusiasmo.

Evidentemente eres consciente que la recepción de un lanzamiento en esta maraña de autoeditados, crowdfundings, "me invento un sello y lo edito", ipod shuflles a reventar...       será más fría, más escéptica, ya no se creen nada y lo tienen que aprobar ellos. Bien, la rebelión de las masas de Ortega ya está aquí.

Hace años inauguré una colección dentro de Subterfuge que se llamaba Canciones desde la tumba y que se dedicaba a escarbar a la búsqueda de grabaciones de grupos desaparecidos y que en su momento nos habían marcado. De ahí salieron discos de Alaska y los Pegamoides (Mundo Indómito, dedicado a rescatar maquetas y Llegando hasta el final, grabación del último concierto que dio la banda en 1983, ambos coordinados por el ínclito Pedro Munster y con maravillosas portadas del grandísimo Javier Aramburu), Los Vegetales que inauguraron la serie, La banda sin futuro del inimitable Poch, los inclasificables Terry 4 y un sueño cumplido, las primeras canciones de Farmacia de Guardia. Por avatares de la de la situación, esta serie fue criogenizada a mediados del 2000: demasiada presión por detectar por dónde iban los nuevos hábitos de consumo, aprender nuevos lenguajes, intentar defender nuestra identidad y demás mandangas...

A día de hoy, asumo todos los cambios e incluso veo cierto brillo en el horizonte a pesar de interminables tempestades. Una de las razones para inocularme una buena dosis de entusiasmo se llama Plástico, la banda de unos quinceañeros Eduardo Benavente, Rafa Gutierrez, Toti Arboles, Carlos Sabafren, Emilio Estecha y el que tuvo a bien guardar durante casi 40 años esta maravilla, Luis Carlos Esteban. Hace un par de años en una conversación con Rafa, posteriormente fundador de los incombustibles Hombres G, me habló de una grabación hecha en unos desaparecidos estudios de la Plaza de Ramales en 1978, por intermediación de su hermano Felipe Lipe, bajista de los entonces deslumbrantes Tequila. Desde el principio me pareció una historia alucinante, por la edad de los componentes (cuando se grabó algunos tenían sólo 16 años), por quienes llegaron a ser (en sus filas estaban los futuros componentes de de bandas tan dispares como Parálisis Permanente, Hombres G y Olé Olé) pero sobre todo, porque me hizo ver que aún hay mucho por descubrir y recuperar. Afortunadamente el máster de esa grabación estaba bajo la custodia de Luis Carlos Esteban, y aún me emociono recordando la primera escucha de "Esto es", "Bombón helado", "Rodando por la escaleras" o "Me va la marcha" junto a ese hit inmediato y que me llegó a lo más profundo del alma "Patinete homicida".

A finales de Septiembre estará disponible. Se reactiva Canciones desde la tumba y yo, más que feliz. Por cosas así merece la pena todo, como dicen Plástico; "Tener mil problemas y dos soluciones". Pues eso.