PAUL NASCHY

           El cine fantástico en general y en especial el facturado en España en los años 60 y 70 han sido, y son, una de mis grandes debilidades. De hecho, si hace 25 años me hubiesen preguntado que quería hacer en la vida, no hubiese titubeado ni un momento: “pelis de miedo”. Durante años consumí este tipo de cine en cantidades ingentes, devorando todo lo que llegaba a mis manos, desde los clásicos de la Universal de Bela Lugosi, Boris Karloff o Peter Lorre, pasando por la Hammer de Cristopher Lee, Peter Cruising y el genial Terence Fisher. La saga italiana con Darío Argento y Mario Bava. Ed Wood, Roger Corman, Wes Craven, Roman Polansky, Cronenberg, la indigestión de gore que nos atizamos vía Troma y sus secuaces, Guillermo Del Toro, Paco Plaza y Jaume Balagueró y su saga “Rec”, hasta hoy con un James Wan que con su “Expediente Warren” aún me hace disfrutar de una dosis de canguele y palomitas frente a la pantalla.

            Y en medio de todo, la edad dorada del cine de terror patrio que consumí con glotonería cinéfaga . Títulos como “Gritos En La Noche”, “La Marca Del Hombre Lobo”, “La Noche De Walpurgis”, “ La Residencia” , “No Profanar El Sueño De Los Muertos”, “El Ataque De Los Muertos Sin Ojos”, “Mil Gritos Tiene La Noche” , “Pánico En El Transiberiano”, “El Espanto Surge De La Tumba”, “Quien Puede Matar A Un Niño” entre un listado interminable. Directores como Leon Klimovsky, Jesús Franco ( de este grande mucho que contar y asi lo hare), Carlos Aured, Enrique Eguiluz, Javier Aguirre, Amando de Ossorio, Jorge Grau, Juan Piquer Simón, Eugenio Martin, Narciso Ibañez Serrador y el que me lleva a escribir estas líneas, el no suficientemente reivindicado Paul Naschy en los títulos de crédito, Jacinto Molina en el DNI.

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            Cuando se planteó una supuesta línea editorial en el fanzine Subterfuge, por llamarla de alguna manera, porque planteamientos había bastante pocos más allá de la pura diversión, quedó claro que uno de los frentes en los que ahondar era el cine de miedo de sesión continua “Made in Spain”. Si a alguien se me antojaba imprescindible entrevistar y conocer era a Naschy, posiblemente uno de las 3 o 4 especímenes que más me fascinaban de la raza humana en ese momento. Estamos hablando de 1990 y evidentemente no existía la opción de meter un nombre en un buscador y acceder al contacto de la persona buscada. Así que por sugerencia de un amigo, accedí a unos libros que publicaba anualmente la Unión De Actores bajo el nombre de “Guía De Actores” en el que los profesionales de la interpretación contrataban un espacio donde ponían una foto, un breve currículum, el contacto de su representante etc. Ordenado de manera alfabética, busqué en la M de Molina pero no estaba, busque en la N y ¡bingo!, Ahí estaba “Naschy, Paul”. Una foto de estudio de la época, unas breves líneas y un teléfono. El sólo hecho de tenerlo apuntado en mi agenda, ya me provocó una sensación de éxtasis, ahora solo faltaba echarle valor y llamar a ese numero, que suponía debía pertenecer a un representante que en ese momento estaría cerrando el reparto de una importante película, o quizás de una pizpireta secretaria, que se dedicaba a filtrar los mensajes llegados de aquí y de allá para el señor Molina. Decidido, marqué su numero mientras los nervios se apoderaban de mi y al segundo tono, una voz profunda contesto :

            -“Si, ¿Dígame?

   - Hola, buenos días, me gustaría poder hablar con el señor Molina por favor…

Silencio sepulcral de 5 segundos que siguió con un:

            -¿De parte de quien?

            -Mire, me llamo Carlos Galán y he empezado un fanzine llamado Subterfuge, en el hablo de música, de comics y de mi gran pasión, el cine fantástico y estaría interesado, si es posible y su agenda lo permite, poderle hacer al señor Molina una entrevista….¿podría hablar con él o con alguien sobre esto?

            -Soy yo.

¡Mi madre! ¡Era el!, el mismísimo Paul Naschy al otro lado del teléfono, tapé el auricular y supongo hice algún gesto de emoción y victoria que debió asustar a los que tenía alrededor. Creo que era la primera vez que mantenía una conversación de algún tipo, con alguien al que hasta ese momento había poblado con sus fotos y carteles, las paredes de mi habitación. Me recompuse e incluso puede que intentara hacerme el interesante :

-Encantado Señor Molina, pues eso, que para mi sería un honor poder entrevistarle, es uno de mis ídolos y de las personas que más admiro, me sé su filmografía de memoria y si tuviera un hueco en algún momento…

-Ando muy liado, ahora mismo estoy ultimando un guión para Estados Unidos, tengo aquí a mis coproductores japoneses y como bien sabrás, vuelve Valdemar Daninsky, el Hombre Lobo, por lo que estoy preparándome concienzudamente en el gimnasio, tendría que mirar compromisos…

-No se preocupe por favor, cuando usted pueda, no tengo ninguna prisa y soy consciente de que su agenda debe der ser complicada. Si me dice dentro de dos meses yo me lo apunto y ya esta. De verdad yo no….

-¿Esta tarde?...

Menos de tres horas después estaba en su casa de su casa de Alberto Aguilera 70 (por cierto, esa merecida placa…), me recibió en batín y a los cinco minutos ya estaba hablando de sus aventuras cinematográficas. Fui a poner la grabadora  en marcha y me dijo que ya habría tiempo, que se le había retrasado algún proyecto y que si quería, podríamos quedar también al día siguiente para hacer la entrevista.

-¿Quieres que veamos una película?

-Por supuesto que me encantaría, además si le parece podría hacerle alguna pregunta sobre la que veamos..

-Bueno, yo preferiría que la viésemos en silencio y ya hablaremos sobre tus dudas. Vamos a ver “El Retorno Del Hombre Lobo”…

 

Sacó un VHS, lo metió en el video y cerro las cortinas. Empezó la proyección y no pude abrir la boca, aunque el me retrasmitía muchas de las secuencias : “Mira este salto”, ”Mira mi mirada en este plano”, “disfruta de este trabajo de transformación” etc….Efectivamente al día siguiente volví a su casa y el ritual fue prácticamente el mismo, y así durante meses y meses. Intentaba que me pusiera alguna otra peli, cosa que hacía a regañadientes y no tardaba en volver a enchufar “El Retorno….”, era su obra magna, de la que se sentía mas orgulloso. Un día, por fin, le convencí para hacer la entrevista, recuerdo que utilicé tres cintas de 60 minutos y sólo pude hacerle tres preguntas. Empecé a no poder ir a pasar esas tardes con él, donde por cierto no aparecieron ni americanos ni japoneses y la mesita de la entrada se llenaba de cartas de bancos y publicidades, nada de guiones .

Así que, poco a poco, dejé de ir, las obligaciones y dedicación a Subterfuge aumentaron y además intenté darle un empujón a la carrera. Me llamó un par de veces y le noté un poco ofendido, pero yo ya no podía ir a su casa cada día. Además, yo lo que quería era hablar de sus películas, que me enseñara fotos y afiches y cartelería, que me contara cotilleos al detalle y no breves titulares que me dejaban con ganas de más y más, los entresijos de esas producciones que rozaban lo artesanal en ese contexto histórico que incluía la figura del censor, que me hablara de sus club de fans por todo el mundo y de su relación actrices como Rosana Yanni, Ágata Lys , Mirta Miller, Helga Line, Maria Kosty  o mi favorita Patty Sheppard, que tanto me fascinaban; y no ver la misma película 500 veces.…

Afortunadamente años después, y me alegre muchísimo porque nunca dejé de ser fan,  tuvo un renacer, y durante unos años volvió a interpretar y a ser reconocido por festivales como el de Sitges y San Sebastián. En el 2006 aproximadamente me lo encontré un día por la calle, un poco demacrado por enfermedades y afecciones varias como me contó,  pero aún con ese porte que la halterofilia practicada durante décadas le había marcado. Estuvo todo lo simpático que era capaz, no nos engañemos, era una persona de carácter “seco”, y me comentó que por sus hijos, había seguido la carrera de Subterfuge y que, por cierto, tenia un guión de un musical sobre el hombre Lobo que igual me interesaba. Le dije que le llamaría, que aún conservaba su teléfono, cosa que nunca hice y de lo que ahora me arrepiento, no me hubiera importado nada haber vuelto a compartir con el una tarde de cine de licántropos, aullidos y turgentes curvas de vampiras, con las cortinas cerradas de su piso de Arguelles. Para mi, cada luna llena tiene algo de Paul Naschy.